28 de junio de 2011

Grano de mostaza

Fuente: Arizaida Arcia
Autor: William Fariña Infante

... Hombres y mujeres, ancianos y niños hacían de la reunión un elemento vital para dirimir hasta los más sencillos detalles de las estrategias y tácticas para la manutención y la vida. La cuestionada evolución social no pudo manifestarse en algunos grupos étnicos que aún  permanecen en las profundidades de las selvas de la amazonia, burdeos y en las llanuras de Oceanía. En sí misma, ellos son testimonios invalorables que los seres humanos podemos compartir desinteresadamente los primores de la vida, sin mayores conflictos. Sabemos que la dominación y apropiación de lo producido colectivamente por clases específicas fue determinante para la ruptura y la confrontación. Las guerras, matanzas e invasiones de hoy en  día  son una degeneración de esas intencionalidades y realidades. En esta sociedad telemática y de serbo conductores no hemos resuelto como convivir unitariamente en paz. Hay naciones que mantienen la creencia cristiana del amor como supremacía de la hermandad de la humanidad, y aun así justifican hasta lo injustificable para bombardear y asesinar a otros pueblos que no se someten a criterios de la ‘’democracia moderna y el mercado occidental’’. El esfuerzo del siglo XX por los derechos humanos fue el resultado posterior de las profundas reflexiones de la humanidad toda, por la crueldad de la peor guerra de la historia; 60 años después la comprensión de esta encrucijada de los tiempos sigue latente. Un ejemplo más que evidente, es que a quien se le otorgó un premio Nobel por la paz conduce tres guerras en distintas regiones del planeta con fines imperiales.  El progreso infinito y que todos viviéramos sensatamente están seriamente cuestionado. Los temas de la hambruna, la salud, la vivienda, el trabajo, la educación y la paz nos demanda como seres de un mismo habitad que construyamos un nuevo pacto ético de la convivencia humana. No hay que ir tan lejos para escuchar, sentir la crueldad, los gritos por la desesperación y el sosiego. La vida vale muy poco y se le destruye como si nada. Las grandes industrias de armamentos y municiones construyen sin parar sofisticados y letales dardos que apuntan a que nos matemos sin cesar. Son las grandes fábricas exitosas y rentables de la economía mundial.   Las noticias con cadáveres son distintivos amarillistas de noticieros y periódicos. La praxis mediática   de la cultura de la muerte y la confrontación se ha intensificado en todos los órdenes. Canales de Tv  y periódicos se gozan de estos lamentables emblemas. Basta captar la imaginería seudo intelectual de guionistas, periodistas, cineastas y demás expresiones audios visuales para saber de la magnitud de esta situación. Es necesario que este nuevo pacto ético de la humanidad se sustente en una cultura de la paz y la vida. La lucha por la fuerza y la razón nunca podrá justificar la destrucción y la muerte de los seres humanos, la floresta y la fauna. La voz del humilde Pastor de Galilea sigue vigente por la construcción de una civilización centrada en el amor y una cultura de la paz. Hay suficientes trazas que hemos entrado a una etapa de barbarie en  la humanidad. Rosa de Luxemburgo no aró en el mar, su legado sigue vigente. Nadie puede quedar fuera de este nuevo pacto; nadie será superior a nadie cuando quede un solo ser humanos sobre la faz de la tierra. En nombre de la paz no puede someterse a los pueblos con la guerra y la destrucción. Tenemos que controlar absolutamente las armas de fuego y las municiones que irresponsable e insensatamente atentan contra la vida. Llego la hora de construir un nuevo pacto ético por la vida y una cultural de paz. Venceremos 2012.

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