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(187) El III Congreso de la Unión de Juventudes
Comunistas de Rusia se celebró en Moscú del 2 al 10 de octubre de 1920, asistiendo a él cerca de 600 delegados.
En el orden del día figuraban las siguientes cuestiones: situación militar y
económica de la República, la Internacional Juvenil Comunista, el informe de
balance del Comité Central, la educación socialista de la juventud, el Programa
de la Unión de Juventudes Comunistas de Rusia, los Estatutos de la Unión de
Juventudes Comunistas de Rusia y otras.
Lenin pronunció un discurso en la primera sesión del Congreso en la tarde del 2
de octubre.
(Lenin es acogido por el congreso con una clamorosa ovación)
Camaradas: Quisiera departir hoy con vosotros sobre las tareas fundamentales de la Unión de Juventudes Comunistas y, con este motivo, de
lo que deben ser las organizaciones de la juventud en la República socialista en general.
Este problema merece tanto más nuestra atención por cuanto, puede
decirse, en cierto sentido, que es precisamente a la juventud a quien incumbe
la verdadera tarea de crear la sociedad comunista.
Porque es evidente que la generación de militantes educada en la
sociedad capitalista puede, en el mejor de
los casos, cumplir la tarea de destruir los cimientos de la vieja vida
capitalista basada en la explotación. Lo más que podrá hacer es organizar un régimen
social que ayude al proletariado y a las clases trabajadoras a conservar el
poder en sus manos y a crear una sólida base, sobre la que podrá edificar únicamente
la generación que empieza a trabajar ya en condiciones nuevas, en una situación
en la que no existen relaciones de explotación entre los hombres.
Pues bien, al abordar desde este punto de vista la cuestión de las
tareas de la juventud, debo decir que estas tareas de la juventud, en general,
y de las Uniones de Juventudes Comunistas y demás organizaciones semejantes, en
particular, podrían definirse con una sola palabra: aprender.
Es claro que esto no es más que "una palabra". Y esta palabra
no responde a las preguntas principales y más esenciales: ¿qué aprender y cómo
aprender? Y lo esencial en este problema es que, con la transformación de la
vieja sociedad capitalista, la enseñanza, la educación y la instrucción de las nuevas
generaciones, llamadas a crear la sociedad comunista, no pueden seguir siendo
lo que eran antes. La enseñanza, la educación y la instrucción de la juventud deben partir de los materiales
que nos ha legado la antigua sociedad.
El comunismo podremos edificarlo únicamente con la suma de conocimientos, organizaciones
e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado
de la vieja sociedad. Sólo transformando radicalmente la enseñanza, la organización
y la educación de la juventud conseguiremos que los esfuerzos de la joven
generación den como resultado la creación de una sociedad que no se parezca a
la antigua, es decir, de la sociedad comunista. Por ello, debemos examinar
detenidamente qué hemos de enseñar a la juventud y cómo ha de aprender ésta si
quiere merecer realmente el nombre de Juventudes Comunistas y cómo es necesario prepararla para
que sea capaz de terminar y coronar la obra iniciada por nosotros.
Debo decir que la primera respuesta y, al parecer, la más natural es que
la Unión de Juventudes, y en general toda la juventud que quiera pasar al comunismo
tiene que aprender el comunismo.
Pero esta respuesta, "aprender el comunismo", es demasiado general.
¿Qué necesitamos para aprender el comunismo? ¿Qué necesitamos escoger, entre la
suma de conocimientos generales, para adquirir la ciencia del comunismo? En
este terreno nos amenaza una serie de peligros, que surgen a cada paso en cuanto
se plantea mal la tarea de aprender el
comunismo o se entiende de una manera demasiado unilateral.
A primera vista, naturalmente, parece que aprender el comunismo es
asimilar el conjunto de
conocimientos que se exponen en los manuales, folletos y obras comunistas.
Pero eso sería definir de un modo demasiado burdo e insuficiente el estudio del
comunismo. Si el estudio del comunismo consistiera
únicamente en asimilar lo que dicen los trabajos, libros y folletos comunistas,
esto nos daría con excesiva facilidad escolásticos o fanfarrones comunistas, lo
que muchas veces nos causaría daño y perjuicio, porque estas gentes, después de
haber leído mucho y aprendido lo que se expone en los libros y folletos comunistas, serían incapaces de
coordinar Tareas de la Juventud Comunista todos estos conocimientos y obrar
como exige realmente el comunismo. (Lenin,257-258)
Uno de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la
antigua sociedad capitalista es el completo divorcio entre el libro y la vida práctica,
pues teníamos libros en los que todo estaba expuesto en forma perfecta, y la
mayor parte de las veces esos libros no eran sino una repugnante e hipócrita
mentira, que nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista.
Por eso, sería una gran equivocación limitarse a asimilar simplemente lo
que dicen los libros del comunismo. Nuestros discursos y artículos de ahora no
son una simple repetición de lo que se ha dicho antes sobre el comunismo, pues
están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo,
sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y
obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, ya que no haría más que
continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, ese mismo divorcio
que constituía el más repugnante rasgo de la vieja sociedad burguesa.
Sería más peligroso todavía que pretendiéramos aprender solamente las
consignas comunistas. Si no comprendiéramos a tiempo este peligro, si no hiciéramos
toda clase de esfuerzos por evitarlo, la existencia de medio millón o de un
millón de jóvenes de ambos sexos, que después de semejante estudio del
comunismo se llamasen comunistas, no causaría sino un gran perjuicio a la causa
del comunismo.
Se nos plantea, pues, la cuestión de cómo hemos de coordinar todo esto
para aprender el comunismo.
¿Qué debemos tomar de la vieja escuela, de la vieja ciencia? La vieja
escuela declaraba que quería crear hombres instruidos en todos los dominios y
que enseñaba las ciencias en general. Sabemos que eso era pura mentira, puesto
que toda la sociedad se basaba y sostenía en la división de los hombres en clases,
en explotadores y oprimidos. Como es natural, toda la vieja escuela, saturada
de espíritu de clase, no daba conocimientos más que a los hijos de la
burguesía. Cada una de sus palabras estaba amañada para favorecer los intereses
de la burguesía.
En estas escuelas, más que educar a los jóvenes obreros y campesinos,
los preparaban para mayor provecho de esa misma burguesía. Trataban de preparar
servidores útiles, capaces de proporcionar beneficios a la burguesía, sin
turbar, al mismo tiempo, su ociosidad y sosiego. Por eso, al condenar la
antigua escuela, nos hemos propuesto tomar de ella únicamente lo que nos es
necesario para lograr una verdadera educación comunista.
Y ahora voy a tratar de los reproches, de las censuras, que se dirigen
corrientemente a la escuela antigua y que conducen muchas veces a interpretaciones
enteramente falsas. Se dice que la vieja escuela era una escuela libresca, una
escuela de adiestramiento autoritario, una escuela de enseñanza memorista. Esto
es cierto, pero hay que saber distinguir lo que tenía de malo y de útil para
nosotros la vieja escuela, hay que saber elegir de ella lo indispensable para
el comunismo.
La vieja escuela era libresca, obligaba a almacenar una masa de
conocimientos inútiles, superfluos, muertos, que atiborraban la cabeza y transformaban
a la generación joven en un ejército de funcionarios cortados todos por el
mismo patrón.
Pero si intentarais deducir de eso que se puede ser comunista sin haber
asimilado el tesoro de conocimientos acumulados por la humanidad, cometeríais
un craso error. Sería equivocado pensar que basta con saber las consignas
comunistas, las conclusiones de la ciencia comunista, sin adquirir la suma de
conocimientos de los que es consecuencia el comunismo. El marxismo es un
ejemplo de cómo el comunismo es resultado de la suma de conocimientos adquiridos
por la humanidad.
Habréis leído y oído que la teoría comunista, la ciencia comunista,
creada principalmente por Marx, que esta doctrina del marxismo ha dejado de ser
obra de un solo socialista, bien es verdad que genial, del siglo XIX para
transformarse en la doctrina de millones y decenas de millones de proletarios
del mundo entero, que la aplican en su lucha contra el capitalismo. Y si
preguntáis por qué ha podido la doctrina de Marx conquistar millones y decenas
de millones de corazones en la clase más revolucionaria, se os dará una sola
respuesta: porque Marx se apoyaba en la sólida base de los conocimientos humanos
adquiridos bajo el capitalismo. Al estudiar las leyes del desarrollo de la
sociedad humana, Marx comprendió lo ineluctable del desarrollo del capitalismo,
que conduce al comunismo, y, cosa principal, lo demostró basándose
exclusivamente en el estudio más exacto, más detallado y más profundo de esta
sociedad capitalista, por haber asimilado plenamente todo lo que la ciencia
había dado hasta entonces. Marx analizó de un modo crítico, sin desdeñar un
solo punto, todo lo que había creado la sociedad humana. Analizó todo lo que
había creado el pensamiento humano, lo sometió a la crítica, lo comprobó en el
movimiento obrero y sacó de ello las conclusiones que las gentes encerradas en
el marco burgués o atenazadas por los prejuicios burgueses no podían sacar.
Esto hay que tenerlo en cuenta cuando hablamos, por ejemplo, de la
cultura proletaria. Sin comprender con claridad que sólo se puede crear esta
cultura proletaria conociendo con precisión la cultura que ha creado la
humanidad en todo su desarrollo y transformándola, sin comprender eso, no
podremos cumplir esta tarea. La cultura proletaria no surge de fuente
desconocida, no es una invención de los que se llaman especialistas en cultura
proletaria.
(Lenin,1920,258)
Eso es pura necedad. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo
lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo
de la sociedad capitalista, de la sociedad terrateniente, de la sociedad
burocrática. Todos esos caminos y senderos han conducido y continúan
conduciendo hacia la cultura proletaria, del mismo modo que la
Economía política, transformada por Marx, nos ha mostrado a dónde tiene
que llegar la sociedad humana, nos ha indicado el paso a la lucha de clases, al
comienzo de la revolución proletaria.
Cuando oímos con frecuencia, tanto a algunos representantes de la
juventud como a ciertos
defensores de los nuevos métodos de enseñanza, atacar la vieja escuela
diciendo que sólo hacia aprender de memoria los textos, les respondemos que es
preciso tomar de esa vieja escuela todo lo que tenía de bueno. No hay que
imitarla sobrecargando la memoria de los jóvenes con una cantidad desmesurada
de conocimientos, inútiles las nueve décimas partes y desvirtuados el resto;
pero eso no significa que podamos contentarnos con conclusiones comunistas y limitarnos a aprender de menoría consignas comunistas. De ese modo no se puede edificar
el comunismo. Sólo se puede llegar a ser comunista cuando se enriquece la
memoria con todo el tesoro de ciencia acumulado por la humanidad.
No queremos una enseñanza memorista, pero necesitamos desarrollar y
perfeccionar la memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el
comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, y el
comunista no sería más que un fanfarrón si no reelaborase en su conciencia todos
los conocimientos adquiridos. No solamente debéis asimilar esos conocimientos,
sino asimilarlos con espíritu crítico para no atiborrar vuestro cerebro con un
fárrago inútil, para enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin
los cuales no es posible ser hombre culto en la época en que vivimos.
El comunista que se vanagloriase de su comunismo simplemente por haber
recibido unas conclusiones ya establecidas, sin haber realizado un trabajo muy
serio, muy difícil y muy grande, sin analizar los hechos, frente a los que está
obligado a adoptar una actitud crítica, sería un comunista muy lamentable.
Semejante actitud superficial sería funestísima. Si yo sé que sé poco, me
esforzaré por saber más; pero si un hombre dice que es comunista y que no tiene
necesidad de conocimientos sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un
comunista.
La vieja escuela forjaba los dóciles criados que necesitaban los
capitalistas; hacía de los hombres de ciencia personas obligadas a escribir y
hablar al gusto de los capitalistas. Eso quiere decir que debemos quitarla de
en medio. Pero si debemos suprimirla, destruirla, ¿se deduce de esto que no
debamos tomar de ella todo lo que ha acumulado la humanidad y es necesario para
el hombre? ¿Se desprende de esto que no debamos saber distinguir lo que
necesitaba el capitalismo y lo que necesita el comunismo?
En lugar del adiestramiento autoritario que se practicaba en la sociedad
burguesa contra la voluntad de la mayoría, nosotros colocamos la disciplina consciente
de los obreros y campesinos, que unen a su odio contra la vieja sociedad el
querer, el saber y el estar dispuestos a unificar y organizar las fuerzas para
esta lucha, a fin de crear, con millones y centenares de millones de voluntades
dispersas, fraccionadas y desperdigadas por la inmensa extensión de nuestro
país, una voluntad única, ya que sin ella seremos inevitablemente vencidos. Sin
esta cohesión, sin esta disciplina consciente de los obreros
y de los campesinos, nuestra causa está condenada a fracasar. Sin ella
no podremos derrotar a los capitalistas y terratenientes de todo el Universo.
No sólo no llegaremos a construir la nueva sociedad comunista, sino ni
siquiera a asentar sólidamente sus cimientos. De la misma manera, a pesar de
condenar la vieja escuela, a pesar de alimentar contra ella un odio
absolutamente legítimo y necesario, a pesar de apreciar el deseo de destruirla,
debemos comprender que la vieja escuela libresca, la vieja enseñanza memorista y el viejo adiestramiento
autoritario deben ser sustituidos por el arte de asimilar toda la suma de conocimientos
humanos, y asimilarlos de tal modo que vuestro comunismo no sea algo aprendido
de memoria, sino algo pensado por vosotros mismos, como una conclusión que se
impone necesariamente desde el punto de vista de la instrucción moderna.
Así es cómo hay que plantear las tareas fundamentales cuando se habla de
aprender el
comunismo.
Para explicaros esto y abordar, al mismo tiempo, la cuestión de cómo
estudiar, tomaré un ejemplo práctico. Todos sabéis que ahora, inmediatamente después
de los problemas militares, de los problemas de la defensa de la República,
surge ante nosotros el problema económico. Sabemos que es imposible edificar la
sociedad comunista sin restaurar la industria y la agricultura, y no en su
forma antigua, claro está. Hay que restaurarlas sobre una base moderna,
conforme a la última palabra de la ciencia.
Vosotros sabéis que esa base es la electricidad; que sólo el día en que
todo el país, todas las ramas de la industria y de la agricultura estén
electrificadas, el día en que realicéis esta tarea, sólo entonces, podréis edificar
para vosotros mismos la sociedad comunista que no podrá edificar la generación
vieja. Se alza ante vosotros la tarea de hacer renacer la economía de todo el
país, de reorganizar y restaurar la agricultura y la industria sobre una base
técnica moderna, fundada en la ciencia y en la técnica modernas, en la
electricidad. Comprenderéis perfectamente que la electrificación no puede ser obra
de ignorantes y que para ello hace falta algo más que nociones rudimentarias. (Lenin,1920,259)
No basta con comprender lo que es la electricidad; hay que saber cómo
aplicarla técnicamente a la industria, a la agricultura y a cada una de sus ramas. Todo
eso tenemos que aprenderlo nosotros mismos, y debemos enseñárselo a toda la nueva generación
trabajadora.
Esa es la tarea que tiene planteada cada comunista consciente, todo
joven que se estime comunista y comprenda con claridad que, al ingresar en la
Unión de Juventudes Comunistas, ha contraído el compromiso de ayudar al partido
a edificar el comunismo y de ayudar a toda la joven generación a crear la
sociedad comunista. Debe comprender que solamente sobre la base de la
instrucción moderna podrá crear esta sociedad, y que si carece de esa instrucción,
el comunismo no será más que un deseo.
La tarea de la generación precedente consistía en derribar a la
burguesía. Criticar a la burguesía, fomentar en las masas el sentimiento de
odio contra ella, desarrollar la conciencia de clase y la habilidad para agrupar sus fuerzas eran entonces las
tareas esenciales. La nueva generación tiene ante sí una tarea más compleja. No
basta con que debáis unir todas vuestras
fuerzas para apoyar al poder obrero y campesino contra la invasión de los
capitalistas. Eso tenéis que hacerlo. Lo habéis comprendido admirablemente, lo
ve con claridad todo comunista.
Pero eso es insuficiente. Sois vosotros quienes debéis edificar la
sociedad comunista. La primera mitad del trabajo está ya, en muchos sentidos,
terminada. El antiguo régimen ha sido destruido, como debía serlo; no es más
que un montón de ruinas, que es a lo que debía quedar reducido. El terreno se
encuentra ya desbrozado y, sobre este terreno, la nueva generación comunista
debe edificar la sociedad comunista.
Vuestra tarea es edificar, y sólo podréis cumplirla poseyendo todos los
conocimientos modernos, sabiendo transformar el comunismo, en lugar de fórmulas hechas, consejos, recetas,
prescripciones y programas aprendidos de memoria, en algo vivo que coordine
vuestra labor inmediata, sabiendo convertir el comunismo en guía de vuestro
trabajo práctico.
Esta es vuestra misión: por ella debéis regiros al instruir, educar y
elevar a toda la generación joven.
Debéis ser los primeros constructores de la sociedad comunista entre los
millones de constructores que deben ser cada muchacho y cada muchacha. Si no incorporáis
a esta edificación del comunismo a toda la masa de la juventud obrera y
campesina, no construiréis la sociedad comunista.
Esto me lleva, como es natural, a la cuestión de cómo debemos enseñar el
comunismo y en qué debe consistir la peculiaridad de nuestros métodos.
Me detendré, en primer término, en el problema de la moral comunista.
Tenéis que hacer comunistas de vosotros mismos. La tarea de la Unión de
Juventudes consiste en realizar su actividad práctica de modo que le permita, al
aprender, al organizarse, al agruparse, al luchar, convertir en comunistas a
sus miembros y a todos los que la reconocen como guía. Toda la educación, toda la
instrucción y toda la enseñanza de la juventud contemporánea deben inculcarle
el espíritu de la moral comunista.
Pero ¿existe una moral comunista? ¿Existe una moralidad comunista? Es
evidente que sí. Se pretende muchas veces que nosotros no tenemos una moral
propia, y la burguesía nos acusa con frecuencia de que nosotros, los
comunistas, negamos toda moral. Esto no es más que una maniobra para suplantar
los conceptos y arrojar arena a los ojos de los obreros y los campesinos.
¿En qué sentido negamos nosotros la moral, la moralidad? La negamos en
el sentido en que la ha predicado la burguesía, deduciéndola de mandamientos
divinos.
A este respecto decimos, naturalmente, que no creemos en Dios, y sabemos
muy bien que el clero, los terratenientes y la burguesía hablaban en nombre de
Dios para defender sus intereses de explotadores.
O bien, en lugar de deducir esta moral de los dictados de la moralidad,
de los mandamientos de Dios, la deducían de frases idealistas o semiidealistas
que, en definitiva, se parecían siempre mucho a los mandamientos de Dios.
Nosotros negamos toda moralidad de esa índole tomada de concepciones al
margen de la sociedad humana, al margen de las clases. Decimos que eso es engañar,
embaucar a los obreros y campesinos y embotar su conciencia en provecho de los terratenientes
y capitalistas.
Decimos que nuestra moralidad está subordinada por completo a los
intereses de la lucha de clase del proletariado. Nuestra moralidad se deriva de
los intereses de la lucha de clase del proletariado.
La antigua sociedad se basaba en la opresión de todos los obreros y de
todos los campesinos por los terratenientes y capitalistas. Necesitábamos destruirla,
necesitábamos derribar a esos opresores, mas para ello había que crear la
unión. Y no era Dios quien podía crearla.
Esta unión no podía venir más que de las fábricas, de un proletariado instruido,
despertado de su viejo letargo. Sólo cuando se constituyó esta clase, comenzó
el movimiento de masas que ha conducido a lo que vemos hoy: al triunfo de la
revolución proletaria en uno de los países más débiles, que se defiende desde
hace tres años frente a los embates de la burguesía del mundo entero. Y vemos
cómo crece la revolución proletaria en
todo el orbe. Ahora decimos, basándonos en la experiencia, que sólo el proletariado
ha podido crear una fuerza tan cohesionada, que es seguida por la clase
campesina dispersa y fragmentada y que ha sido capaz de resistir todas las
acometidas de los explotadores. (Lenin,1920,260)
Sólo esta clase puede ayudar a las masas trabajadoras a unirse, a
cohesionarse, a hacer triunfar y afianzar definitivamente la sociedad
comunista, a edificarla por completo.
Por eso decimos que, para nosotros, la moralidad tomada al margen de la
sociedad humana no existe, es un engaño. Para nosotros, la moral está subordinada
a los intereses de la lucha de clase del proletariado.
Ahora bien, ¿en qué consiste esta lucha de clases? En derrocar al zar,
en derrocar a los capitalistas, en aniquilar a la clase capitalista.
¿Y qué son las clases en general? Es lo que permite a una parte de la
sociedad apropiarse del trabajo de la otra. Si una parte de la sociedad se apropia
de toda la tierra, tenemos la clase de los terratenientes y la de los
campesinos. Si una parte de la sociedad posee las fábricas, las acciones y los capitales,
mientras que la otra trabaja en esas fábricas, tenemos la ciase de los
capitalistas y la de los proletarios.
No ha sido difícil desembarazarse del zar: han bastado para ello algunos
días. No ha sido muy difícil echar a los terratenientes: hemos podido hacerlo
en algunos meses. Tampoco ha sido muy difícil echar a los capitalistas. Pero
suprimir las clases es incomparablemente más difícil; subsiste aún la división
en obreros y campesinos. Si un campesino instalado en una parcela de tierra se
apropia del trigo sobrante, es decir, del trigo que no necesitan ni él ni su
ganado, mientras que los demás carecen de pan, se convierte ya en un
explotador. Cuanto más trigo retiene, más gana, y nada le importa que los demás
pasen hambre: "Cuanta más hambre tengan, más caro venderé mi trigo".
Es preciso que todos trabajen de acuerdo con un plan común en una tierra común,
en fábricas comunes y conforme a normas comunes: ¿Es fácil hacerlo? Vosotros
mismos veis que en este terreno no es
posible lograr soluciones con la misma facilidad que cuando echamos al zar, a
los terratenientes y a los capitalistas. Para ello es necesario que el
proletariado transforme, reeduque a una parte de los campesinos y atraiga a su
lado a los campesinos trabajadores, a fin de romper la resistencia de los
campesinos ricos, que se lucran con la miseria de los demás. Por consiguiente,
la tarea de la lucha del proletariado no ha terminado aún con el derrocamiento
del zar y la expulsión de los terratenientes y capitalistas; llevarla a término
es, precisamente, la misión del régimen que denominamos dictadura del
proletariado.
La lucha de clases continúa, solamente ha cambiado sus formas. Es la
lucha de clase del proletariado para impedir el regreso de los antiguos explotadores,
para agrupar en una estrecha unión a la masa campesina dispersa e ignorante. La
lucha de clases continúa, y nuestra misión es subordinar todos los intereses a
esta lucha. Por eso subordinamos a ella nuestra moralidad comunista. Decimos:
la moralidad es lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y
para agrupar a todos los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la
nueva sociedad comunista.
La moralidad comunista es la que sirve para esta lucha, la que une a los
trabajadores contra toda explotación y contra toda pequeña propiedad, pues la pequeña
propiedad pone en manos de un individuo lo que ha sido creado por el trabajo de
toda la sociedad.
En, nuestro país, la tierra es considerada propiedad común. Pero ¿qué
ocurrirá si tomo una parte de esa propiedad común, si cultivo en ella dos veces
más trigo del que necesito, si especulo con el sobrante de la cosecha, si
calculo que cuanto más hambriento haya, más caro me pagarán? ¿Obraré como comunista? No,
obraré como explotador, como propietario. Contra eso tenemos que luchar. Si las
cosas continúan así, volveremos al pasado, caeremos de nuevo bajo el poder de
los capitalistas y de la burguesía, como ha ocurrido más de una vez en las revoluciones anteriores. Y para evitar que se
restaure el poder de los capitalistas y de la burguesía, es preciso prohibir el
mercantilismo, es preciso impedir que unos individuos se enriquezcan a costa de
los demás, es preciso que los trabajadores se unan estrechamente al
proletariado y constituyan la sociedad comunista. En esto consiste,
precisamente, la peculiaridad principal de la tarea más importante de la Unión
de Juventudes Comunistas.
La vieja sociedad estaba basada en el principio siguiente: o saqueas a
tu prójimo o te saquea él, o trabajas para otro, u otro trabaja para ti, o eres
esclavista o eres esclavo. Y es
comprensible que los hombres educados en semejante sociedad asimilen, con la leche materna, por así decirlo, la
psicología, la costumbre, la idea de que no hay más que amo o esclavo, el
pequeño propietario, pequeño empleado, pequeño funcionario, intelectual, en una
palabra, hombres que se ocupan exclusivamente de tener lo suyo sin pensar en
los demás.
Si yo exploto mi parcela de tierra, poco me importan los demás; si
alguien tiene hambre, tanto mejor, venderé mi trigo más caro. Si tengo mi puestecito
de médico, de ingeniero, de maestro o de empleado, ¿qué importan los demás? Si
me arrastro ante los poderosos y soy complaciente con ellos, quizá conserve mi
puesto y a lo mejor pueda hacer carrera y llegar a burgués. Semejante
psicología y estado de ánimo no pueden existir en un comunista.
Cuando los obreros y campesinos demostraron que somos capaces con
nuestras propias fuerzas de defendernos y de crear una nueva sociedad, en ese mismo
momento comenzó la nueva educación comunista, la educación en la lucha contra
los explotadores, la educación en la alianza con el proletariado contra los
egoístas y los pequeños propietarios, contra la psicología y las costumbres que
dicen: "Yo busco mi propio beneficio y lo demás me tiene sin
cuidado". (Lenin,1920,261)
Tal es la respuesta a la pregunta de cómo debe aprender el comunismo la
joven generación.
Esta generación podrá aprender el comunismo únicamente si liga cada paso de su
instrucción, de su educación y de su formación a la lucha incesante de los
proletarios y de los trabajadores contra la antigua sociedad basada en la
explotación. Cuando se nos habla de moralidad, decimos: para un comunista, toda
la moralidad reside en esta disciplina solidaria y unida y en esta lucha
consciente de las masas contra los explotadores. No creemos en la moralidad
eterna y denunciamos el embuste de todas las fábulas acerca de la moralidad. La
moralidad sirve para que la sociedad humana se eleve a mayor altura, para que se
desembarace de la explotación del trabajo.
Para conseguir eso necesitamos de la joven generación que ha comenzado a
convertirse en hombres conscientes en
las condiciones de lucha disciplinada y encarnizada contra la burguesía. En esta
lucha, la juventud forjará verdaderos comunistas; a esta lucha debe vincular y
subordinar en todo momento su instrucción, su educación y su formación. La
educación de la juventud comunista no debe consistir en ofrecerle discursos
placenteros de todo género y reglas de moralidad. No, la educación no consiste
en eso. Cuando un hombre ha visto a su padre y a su madre vivir bajo el yugo de
los terratenientes y capitalistas, cuando ha participado él mismo en los
sufrimientos de quienes emprendieron los primeros la lucha contra los
explotadores, cuando ha visto los sacrificios que cuesta la continuación de esta
lucha y la defensa de lo conquistado y cuán furiosos enemigos son los
terratenientes y los capitalistas, ese hombre, en ese ambiente, se forja como
comunista. La base de la moralidad comunista está en la lucha por afianzar y
culminar el comunismo. Esa es la base de la educación, la instrucción y la
enseñanza comunista. Tal es la respuesta a la pregunta de cómo hay que aprender
el comunismo.
No creeríamos en la enseñanza, la educación y la instrucción si éstas
fuesen encerradas en la escuela y separadas de la agitada vida. Mientras los
obreros y los campesinos estén oprimidos por los terratenientes y capitalistas,
mientras las escuelas sigan en manos de los terratenientes y capitalistas, la
generación joven permanecerá ciega e ignorante. Pero nuestra escuela debe dar a los jóvenes los fundamentos
de la ciencia, el arte de forjarse por si mismos una mentalidad comunista, debe
hacer de ellos hombres cultos. En el tiempo que los jóvenes pasan en la escuela,
ésta tiene que hacer de ellos participantes en la lucha por liberarse de los
explotadores. La Unión de Juventudes Comunistas sólo será digna de este nombre, de ser la unión de la joven generación
comunista, si vincula cada paso de su instrucción, educación y formación a la
participación en la lucha común de todos los trabajadores contra los explotadores.
Porque sabéis perfectamente que mientras Rusia sea la única república obrera, y
en el resto del mundo subsista el antiguo régimen burgués, seremos más débiles
que ellos; que nos amenazan constantemente nuevos ataques, y que sólo aprendiendo
a mantener entre nosotros la cohesión y la unidad triunfaremos en la lucha
ulterior y, una vez fortalecidos, nos haremos verdaderamente invencibles. Por
tanto, ser comunista significa organizar y unir a toda la generación joven, dar
ejemplo de educación y de disciplina en esta lucha.
Entonces podréis emprender y llevar a término la edificación de la
sociedad comunista. Para que lo comprendáis con mayor claridad, pondré un
ejemplo. Nosotros nos llamamos comunistas. ¿Qué es un comunista?
"Comunista" viene de la palabra latina "communis", que
significa común. La sociedad comunista significa que todo es común: la tierra,
las fábricas, el trabajo. Eso es el comunismo.
¿Puede ser común el trabajo si los hombres explotan cada uno su propia parcela? El
trabajo
común no se crea de la noche a la mañana. Eso es imposible. No cae del
cielo. Hay que lograrlo tras largos esfuerzos y sufrimientos, hay que crearlo.
Y se crea en el curso de la lucha. No se trata aquí de un libro viejo, en el
que nadie creería. Se trata de la propia experiencia de la vida. Cuando Kolchak
y Denikin avanzaban desde Siberia y el Sur, los campesinos estaban a su lado.
El bolchevismo no les gustaba, ya que los bolcheviques les quitaban el trigo al
precio de tasa. Pero después de haber sufrido en Siberia y en Ucrania el poder
de Kolchak y de Denikin, los campesinos comprobaron que sólo podían elegir
entre dos caminos: volver al capitalismo, que les sometería a la esclavitud de
los terratenientes, o seguir a los obreros, que, si bien es cierto que no
prometen el oro y el moro y exigen una disciplina férrea y una firmeza indomable
en la dura lucha, los libertan de la esclavitud de los capitalistas y
terratenientes. Cuando hasta los campesinos más ignorantes comprendieron y
sintieron esto por propia experiencia, en la dura escuela de la vida que habían
cursado, se hicieron partidarios conscientes del comunismo. Esta misma
experiencia debe tomar como base de toda su actividad la Unión de Juventudes
Comunistas.
He respondido ya a las preguntas de qué debemos aprender y qué debemos
tomar de la vieja escuela y de la vieja ciencia. Trataré de contestar también a
la pregunta de cómo debemos aprender esto; sólo ligando indisolublemente cada
paso en la actividad de la escuela, cada paso en la educación, la instrucción y
la formación a la lucha de todos los trabajadores contra los explotadores.
Con algunos ejemplos, extraídos de la experiencia del trabajo de algunas
organizaciones de la juventud, os mostraré gráficamente cómo debe hacerse la
educación del comunismo. (Lenin,1920,262)
Todo el mundo habla de liquidar el analfabetismo. Como sabéis, en un
país de analfabetos es imposible edificar la sociedad comunista. No basta con
que el Poder de los Soviets dé una orden, o que el partido lance una consigna, o que determinado contingente de los mejores militantes
se consagre a esta tarea. Es preciso que la joven generación ponga ella misma
manos a la obra.
El comunismo consiste en que la juventud, los muchachos y muchachas
pertenecientes a la Unión de Juventudes se digan: eso es misión nuestra, nos uniremos
y marcharemos a todos los pueblos para liquidar el analfabetismo, para que
nuestra joven generación no tenga analfabetos. Nosotros aspiramos a que la
juventud en formación consagre a esta obra su iniciativa. Vosotros sabéis que
es imposible transformar rápidamente la Rusia ignorante y analfabeta en una
Rusia instruida; pero si la Unión de Juventudes pone en ello su empeño, si toda
la juventud trabaja para el bienestar de todos, esta Unión, que agrupa a
400.000 jóvenes, tendrá derecho a llamarse Unión de Juventudes Comunistas. Otra
de sus misiones es, al asimilar uno u otro conocimiento, ayudar a los jóvenes
que no pueden desembarazarse por sí mismos de las tinieblas de la ignorancia.
Ser miembro de la Unión de Juventudes Comunistas significa poner su trabajo y
sus fuerzas al servicio de la causa común. En esto consiste la educación comunista.
Sólo efectuando esa labor se convierte en verdadero comunista un muchacho o una
muchacha.
Sólo serán comunistas si logran resultados prácticos en esta labor. Tomad,
por ejemplo, el trabajo en las huertas suburbanas. ¿Acaso no es un trabajo
útil? Es una de las tareas que incumben a la Unión de Juventudes Comunistas. El pueblo pasa hambre, en las
fábricas y empresas hay hambre. Para librarnos de ella hay que desarrollar la
horticultura, pero los campos siguen cultivándose a la antigua. Es preciso que
los elementos más conscientes pongan
manos a la obra, y entonces veréis crecer el número de huertas, aumentar su
superficie y mejorar el rendimiento. En este trabajo debe participar
activamente la Unión de
Juventudes Comunistas. Cada una de sus organizaciones o células debe
considerarlo asunto suyo.
La Unión de Juventudes Comunistas debe ser el grupo de choque que aporte
su ayuda y manifieste su iniciativa en todos los terrenos. La Unión debe ser tal,
que cualquier obrero vea en sus miembros gentes cuya doctrina quizá le sea
incomprensible, en cuyas ideas no crea tal vez inmediatamente, pero cuyo trabajo real y cuya actuación le muestren que
son ellos, precisamente, quienes le indican el camino certero.
Si la Unión de Juventudes Comunistas no sabe organizar así su labor en
todos los terrenos, significará que se desvía hacia el antiguo camino burgués. Necesitamos vincular nuestra
educación a la lucha de los trabajadores contra los explotadores para ayudar a
los primeros a cumplir las tareas que se derivan de la doctrina comunista. Los
miembros de las Juventudes Comunistas deben consagrar todas sus horas de ocio a
mejorar el cultivo en las huertas, o a organizar en una fábrica cualquiera la
instrucción de la juventud, etc.
Queremos transformar la Rusia pobre y miserable en un país rico. Y es
preciso que la Unión de Juventud es Comunistas una su formación, su instrucción
y su educación al trabajo de los obreros y de los campesinos, que no se
encierre en sus escuelas ni se limite a leer libros y folletos comunistas. Solamente trabajando
con los obreros y los campesinos se puede llegar a ser un verdadero comunista. Y es preciso que
todos vean que cualquiera de los miembros de las Juventudes Comunistas es
instruido y, al mismo tiempo, sabe trabajar. Cuando todos vean que hemos expulsado
de la antigua escuela el viejo adiestramiento autoritario, sustituyéndolo con
una disciplina consciente, que todos nuestros jóvenes participan en los sábados
comunistas, que utilizan los huertos suburbanos para ayudar a la población, empezarán
a considerar el trabajo de otro modo que antes.
Es tarea de la Unión de Juventudes Comunistas organizar en su pueblo o
en su barrio la ayuda en una obra como, por ejemplo Wtomo un pequeño ejemploW, asegurar
la limpieza o la distribución de víveres. ¿Cómo se hacían estas cosas en la
vieja sociedad capitalista? Cada cual trabajaba sólo para sí, nadie se ocupaba
de si había ancianos o enfermos, o de si todos los quehaceres de la casa
recaían sobre una mujer, que se encontraba por ello esclavizada y oprimida.
¿Quién tiene el deber de luchar contra todo eso? La Unión de Juventudes
Comunistas, que debe decir: nosotros transformaremos esto, organizaremos destacamentos
de jóvenes que ayudarán en los trabajos de limpieza o en la distribución de
víveres, recorriendo sistemáticamente las casas, que actuarán organizadamente
en bien de toda la sociedad, repartiendo acertadamente las fuerzas y
demostrando que el trabajo debe ser un trabajo organizado.
La generación que tiene ahora cerca de 50 años, no puede pensar en ver
la sociedad comunista. Habrá muerto antes. Pero la generación que tiene hoy 15 años,
verá la sociedad comunista y será ella la que la construya. Y debe saber que la
edificación de esta sociedad es la
misión de su vida. En la vieja sociedad, el trabajo se hacía por familias
aisladas y nadie lo unía, a excepción de los terratenientes y capitalistas, que oprimían a las masas del
pueblo.
Nosotros debemos organizar todos los trabajos, por sucios o duros que
sean, de suerte que cada obrero y cada campesino se diga: yo soy una parte del
gran ejército del trabajo libre y sabré
organizar mi vida sin terratenientes ni capitalistas, sabré establecer el
régimen comunista. (Lenin,1920,263)
Es preciso que la Unión de Juventudes Comunistas eduque a todos, desde
la edad temprana, en el trabajo consciente y disciplinado. Así es cómo podremos
esperar que sean cumplidas las tareas hoy planteadas. Debemos tener en cuenta
que harán falta no menos de diez años para electrificar el país, para que
nuestra tierra arruinada pueda tener a su servicio las últimas conquistas de la
técnica. Pues bien, la generación que tiene hoy 15 años y que dentro de diez o
veinte años vivirá en la sociedad comunista, debe organizar su instrucción de manera
que cada día, en cada pueblo o ciudad, la juventud cumpla prácticamente una
tarea de trabajo colectivo, por minúsculo y simple que sea. A medida que se
realice esto en cada pueblo, a medida que se desenvuelva la emulación comunista,
a medida que la juventud demuestre que sabe unir su trabajo, a medida que
ocurra eso, quedará asegurado el éxito de la edificación comunista. Sólo
considerando cada uno de sus actos desde el punto de vista de este éxito, sólo
preguntándose constantemente si hemos hecho todo lo necesario para llegar a ser
trabajadores unidos y conscientes, logrará la Unión de Juventudes Comunistas
agrupar al medio millón de sus miembros en el gran ejército único del trabajo y
granjearse el respeto general
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