Autor: Romain Migus
Ediciones:
Barrio Alerta
Correctora:
Talía Ruiz Yordy
Julio
2012. Impreso en la República Bolivariana
de Venezuela
Por la
Imprenta Nacional
Análisis de
los lineamientos de Gobierno de la Mesa de la Unidad Democrática
A todas y todos los camaradas
que desde sus trincheras se niegan
a aceptar el injusto orden del
capitalismo.
A Talía, por su constante apoyo
e inigualable arte para desmachucar
los misterios de mi sintaxis.
Prólogo
El título de este libro de Romain
Migus, comporta sin duda una paradoja cuyo abordaje puede resultar, al ritmo
que vamos del proceso electoral, un sombrío juego de ajedrez ejecutado por un bando
fantasma, cuya reina fue objeto de una extraña desaparición física del tablero
donde se desarrollaron los primeros pasos ofensivos, los consabidos amagues de
unas piezas (negras o blancas, aunque parecen ser amarillas) que fueron movidas
a ciegas, quizás con la velada y simbólica (y única) estrategia de acabar olímpicamente
no sólo con el rey del otro bando, que aún no ha aparecido en la escena de los
movimientos, sino con todas las piezas que lo integran.
De todas maneras se trata de las
entrañas de un cuerpo —digamos por comodidad—
ideológico, que se despliega en discurso por el arte de la magia mediática que
lo sostiene, particularmente del megáfono infame de un canal de comunicación
cuyos dueños, hoy por hoy, son banqueros y empresarios estafadores que, por
cometer delitos públicos durante años, no se encuentran precisamente bajo
condenas sino en las metrópolis del imperio norteamericano y otras vecindades
centroamericanas, después de amasar fortunas descomunales, burlarse de la
inocencia de millones de personas y, desde luego, de la justicia.
Pero la MUD, ciertamente, existió
hasta el 12 de febrero de este año, cuando se produjeron las llamadas elecciones
primarias y el poder del capital impuso a Capriles Radonski como el candidato
de la “Unidad Democrática”: hoy es un retazo de signos agazapados en el
entramado de la subcultura de la derecha venezolana, compuesta por antiguos
exponentes de la IV República que
acompañaron a Pedro Carmona Estanga y a unos militares apátridas en el golpe de
Estado contra Hugo Chávez el 11 de abril de 2002.
De la juntura de retazos que moldean
ese cadáver político llamado la MUD, hay que hacer una parada obligatoria en la
muy sofisticada manera de plantarse (adentro pero al margen) del siempre viejo
partido de Rómulo Betancourt, Acción Democrática, que aunque en decadencia y si
acaso con el lucimiento de su único rostro, ya añejado e incorporado a los
íconos del folclore político venezolano del inefable Ramos Allup, se ha
encargado de ultimar a estos muchachos de la Escuela de Chicago que hoy desean
borrar del imaginario colectivo el pasado que los condena.
AD, claro, suerte de alma en pena
que arrastra los fantasmas de El Caracazo, del oprobioso significado de los gobiernos
de Carlos Andrés Pérez, que quiso darle la bienvenida a Fondo Monetario
Internacional, ha tomado la más pintoresca distancia no sólo de los restos de
la MUD, sino del envalentonado candidato de la derecha nacional, que anda por
la vida (y por Colombia) como un muñeco de cuerda, tratando de posicionar un
programa de franca factoría neoliberal, en un país de sólida cultura
antiimperialista y de decidida y vigorosa defensa de lo nacional y popular como
vértices de un proceso revolucionario que ha despertado a las masas y generado
una conciencia histórica fundamental.
La antigua MUD fue una arquitectura
ideada por dueños de medios de comunicación privados, empresarios de tintes
neoliberales, unos incursionando en la actividad política, otros desde sus
federaciones; partidos políticos cuyos dirigentes, venidos a menos (Teodoro
Petkoff, Carlos Blanco, Américo Martín,
Andrés Velásquez, Pablo Medina,
Ramón Guillermo Aveledo, María Corina Machado y otros), estiran sus finanzas
provenientes de organismos internacionales (norteamericanos, españoles, etc.)
para sobrevivir, unos como diputados, o como simples saltimbanquis que, a
veces, con visos delincuenciales, se presentan metamorfoseados en artistas,
presentadores de noticias (no olvidemos: todos ventrílocuos de Globovisión) y
que ahora, como náufragos, aguardan que Capriles Radonski logre convertirse en
lo que los dueños del capital criollo y foráneo quieren que sea: el pequeño
César del imperio, el que abra las puertas a las corporaciones y al
capitalismo salvaje y enfermizo que, pese al progresivo desgaste de sus
aspiraciones expansionistas en el mundo, e independientemente de “los
beneficios” que le ha proporcionado, la llamada por Vicente Romano
“generalización del modelo capitalista a la economía mundial”, al menos en el
caso venezolano, por la firmeza con la que se han fijado los conceptos de
soberanía e independencia durante estos últimos años de revolución, no es visto
con el mismo telescopio que visualizó las guerras en Irak y el espantoso saqueo
a que fue sometida o, más recientemente, Libia para apoderarse de su petróleo.
La incursión de Migus por el
Programa de la MUD es un análisis microscópico y retador de sus “postulados”.
Un libro que debe ser llevado en los bolsillos para leerlo de cara a la
realidad, en medio de la multitud, en el Metro, en el transporte público, como un
recurso de utilidad colectiva para desentrañar y exponer a viva voz los tantos
elementos neofascistas que lo componen. Como lo dice el autor: “desataron una
verdadera propaganda de guerra, que podríamos resumir en tres puntos.
Negar el pasado:
Venezuela es un planeta espacial sin historia.
Negar de manera sistemática todos
los avances del gobierno: Venezuela es un infierno sin nombre.
Negar los intereses antagónicos:
Venezuela es un país sin clase social”.
Estas son las tres premisas que este
libro desarrolla en paralelo a una aguda y sistemática investigación de la
historia reciente de la Venezuela bolivariana; un país que, junto a Hugo
Chávez, emprende una de las gestas emancipadoras más vigorosas del mundo y se
hermana con las experiencias de Ecuador, Brasil, Bolivia, Cuba y países y
culturas de otros ámbitos, a través de la construcción de nuevos modelos de
cooperación e integración que dan al traste con los mecanismos de dominación
imperial.
“La MUD delira y proyecta la idea de que vamos a vivir
juntos y felices; el rico bailará con el pobre, los leones se casarán con las
cebras (y con el Magallanes), y los gatos ayudarán a los ratones; como todo
era, pues, antes de la llegada del presidente Chávez… ¡Nadie se lo podría creer
ni en una película!”, dice Romain Migus para ilustrar la brillante retórica del
programa de Capriles.
A esta pincelada de
Migus sobre las idílicas aspiraciones consensuales de la MUD para una Venezuela
sin Chávez, habría que imaginarse semejante coronación como una apoteósica y
frenética restauración del neofascismo actual en la plaza Altamira, donde en el
primer plano del paisaje se den la mano Álvaro Uribe y Mariano Rajoy con el
Premio Nóbel de la Paz, Mr. Obama, emblemas de la “Revolución Conservadora”,
made in USA.
Si “el camino del progreso” de Capriles Radonski nos
pretende ocultar el signo de ese síntoma que describe Vicente Romano, subyacente
a la mascarada del capitalismo, como es la globalización neoliberal, que se ha
traducido en incremento de la pobreza, en libre mercado en contra del
empobrecimiento de las mayorías y pérdidas de las conquistas sociales como las
ocurridas en Europa, este libro de Migus es un manual para desenmascarar esta
pretensión neofascista de implantar en Venezuela una situación de impredecibles
consecuencias sociopolíticas. Un libro para
espantar la pesadilla.
Federico Ruiz Tirado .… continuará.
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